lunes, 27 de diciembre de 2010

Solo...



La verdad…no se como empezar…siempre igual, es un defecto que tengo, o al menos eso dicen, según ellos no dar tu opinión es un defecto en cualquier persona, sinceramente, no lo entiendo.

Considero que una opinión es algo que piensas y te apetece compartir con el resto de los que te rodean en ese momento para así poder continuar una conversación o simplemente para que conozcan tu forma de pensar. En todos los casos, sin excepción, he tenido una curiosa sensación cuando me han preguntado mi opinión. No sabría exactamente describirla, lo único que puedo decir es que me incomoda, y en ese momento mientras me dicen la pregunta pienso: ¿Por qué? ¿Porque darles mi opinión si tal vez no lo entiendan?

La mayoría de veces esto me ocurre cuando se tratan temas frágiles, y al der delicados tampoco me puedo escabullir de la pregunta como si tal cosa, por lo que contesto con un suave “supongo…”, o cualquier otro tipo de palabra o frase que me ayude a quitarme la sensación incomoda del cuerpo. Para cuando por fin consigo esquivar la pregunta siempre me acaban mirando con una mirada que muestra cierta decepción hacia mi y mi comentario.

A pesar de esas miradas me he dado cuenta con el tiempo, y también gracias a la observación de un amigo, de que mientras guardo silencio en una conversación empiezo a analizar el dialogo y el parloteo desde un punto similar al de una tercera persona, de esta forma inconscientemente me fijo en los rostros y expresiones de cada uno de los integrantes de esa conversación de esta forma saco mis propias conclusiones de cada uno de ellos.

A pesar de que mi forma de ser me guste, gracias a esta descubrí una verdad que nunca me habría planteado, he de confesar que en mi vida habría pensado que podía llegar a sufrir de tal manera con una cuestión existencial…
Durante una conversación con “ellos” me preguntaron mi opinión ya que estaba mudo analizando sus palabras y comparándolas con diálogos que había tenido individualmente con ellos previamente para hacer una comparación y así ver la hipocresía que adornaba sus mentes individualistas, pero tenia suerte de que mis “amigos” no fueran de esa clase de personas, tenia suerte de que simplemente lo que pensaban lo decían sin tapujos por lo que me era mas fácil analizarlo todo sin necesidad de centrarme en la mentira o verdad, podía meditar lo que decían sin necesidad de corroborar si no era verdad, no utilizaban disfraces.

Mi error aquella noche fue contestar “prefiero no opinar” ya que en ese momento me miraron y me dijeron a la cara una verdad que nunca me había planteado, “No te conocemos”…
…de repente mi cabeza se bloqueo, sonreí para ocultar mi sorpresa hacia ese comentario que a pesar de ser bastante simple y a simple vista inofensivo no creo que se imaginaran el trastorno que me llevaría ese comentario hasta el día de hoy.

Lo primero que hice al volver a mi casa fue cuestionarme el porque no me conocían, lo cual era bastante extraño ya que llevo junto a ellos desde hace tiempo. Después vino la siguiente pregunta, el porque nunca les hablaba de mi. Con el tiempo que he pensado taladrándome la cabeza he conseguido ver la verdad que siempre he intentado cubrir con un velo enmarañado de mentiras…

No confío en nadie. Ante esta verdad me siento abatido, no puedo expresar lo que siento con palabras ya que este hecho muestra que estoy solo, no tengo a nadie en el mundo en quien pueda confiar, estoy completamente solo, no solo no confío en nadie sino que nadie piensa igual que yo, no puedo expresarme con nadie que conozco ya que no entenderían lo que siento ni mis ideas sobre la existencia.

He cambiado, ya no tengo ganas de hacer lo que hacia antes, siento que cada vez me enfrío mas y temo que mi verdadera personalidad aflore de la forma que siempre he temido, en forma de una persona fría como un témpano, impasible, solitaria y desconfiada.

Estoy cansado de sonreír cuando no estoy feliz, de reír cuando estoy triste, pienso que durante este tiempo he mostrado una personalidad falsa.
Ya que no puedo confiar en nadie confiare en el tiempo y en mí.



[VII] - Distinto nombre, mismo destino

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